Revista Caribeña de Investigación Educativa
2024, Vol. 1 N.º 8, pp 145-165
ISSN: 2636-2139 e-ISSN: 2636-2147
Sitio Web: https://revistas.isfodosu.edu.do/index.php/recie


RELACIÓN ENTRE INTELIGENCIA EMOCIONAL Y RENDIMIENTO ACADÉMICO EN ADOLESCENTES: APORTES PARA LA PRÁCTICA EDUCATIVA

Relationship between Emotional Intelligence and Academic Performance in Adolescents: Contributions to Educational Practice

Recibido: | Revisado: | Aprobado: | Públicado:

DOI: https://doi.org/10.32541/recie.2024.v8i1.pp145-165

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Autor de correspondencia

https://orcid.org/0000-0002-0599-3529

Cómo citar:

Chávez-Martínez, A. L., & Salazar-Jiménez, J. G. (2024). Relación entre inteligencia emocional y rendimiento académico en adolescentes: aportes para la práctica educativa. RECIE. Revista Caribeña de Investigación Educativa, 8(1), 145–165. https://doi.org/10.32541/recie.2024.v8i1.pp145-165

Resumen

La investigación sobre la relación entre inteligencia emocional y rendimiento académico, respaldada por numerosos estudios, revela mayoritariamente una conexión positiva en adolescentes entre las dimensiones emocional y académica. Esta relación implica la integración de factores sociales, psicológicos, familiares y comportamentales en el entorno educativo. Este estudio, basado en una revisión documental de 50 artículos, buscó determinar cómo la relación entre inteligencia emocional y rendimiento académico podría mejorar las prácticas educativas. Los resultados destacan la influencia significativa de factores emocionales en el rendimiento académico, lo que genera un debate esencial sobre la adquisición del conocimiento y las bases para mejorar las estrategias educativas. Se concluye que esta interrelación influye positivamente en las dinámicas educativas al fomentar un ambiente que promueve las emociones en el aula, integrar de manera efectiva la educación emocional en los planes de estudio, brindar apoyo socioemocional del entorno cercano al estudiante, y facilitar el desarrollo de habilidades emocionales en el aprendizaje.

Abstract

The research on the relationship between emotional intelligence and academic performance, supported by numerous studies, predominantly reveals a positive connection in adolescents between emotional and academic dimensions. This relationship involves the integration of social, psychological, familial, and behavioral factors in the educational environment. The study, based on a documentary review of 50 articles, aimed to determine how the relationship between emotional intelligence and academic performance could enhance educational practices. The results highlight the significant influence of emotional factors on academic performance, sparking an essential debate on knowledge acquisition and the foundations for improving educational strategies. It is concluded that this interrelationship positively impacts educational dynamics by fostering an environment that promotes emotions in the classroom, effectively integrating emotional education into curricula, providing socio-emotional support from the student's immediate environment, and facilitating the development of emotional skills in the learning process. 



Palabras clave

inteligencia emocional, rendimiento académico, prácticas educativas, aprendizaje, adolescencia.

Keywords

emotional intelligence, academic performance, educational practices, learning, adolescence.


  1. Introducción



La inteligencia emocional es la capacidad de reconocer, comprender y gestionar las propias emociones y las de los demás, así como utilizar esta comprensión para guiar el pensamiento y el comportamiento de manera efectiva. Numerosos estudios respaldan la importancia de la inteligencia emocional en diversas áreas de la vida: bienestar personal, salud mental,  éxito académico, estabilidad laboral y calidad de las relaciones interpersonales (Ferragut & Fierro, 2012). Desde esta perspectiva multidimensional de la inteligencia emocional, se resalta su incidencia en la formación de individuos competentes y equilibrados en varios contextos, ya que las personas con una inteligencia emocional desarrollada son conocedoras y reguladoras de su capacidad para identificar y comprender las emociones propias y las de los demás (Suárez & Mendoza, 2008). 

Lo anterior ha servido de base para que las investigaciones sobre la importancia de la inteligencia emocional hayan trascendido muchos campos, incluidos el educativo, y es en la adolescencia donde más se ha aplicado, por ser un periodo crítico en el manejo de los pensamientos y en la construcción de relaciones sociales (Zavala et al., 2008). La inteligencia emocional les permite a los jóvenes lidiar con las presiones y frustraciones que a menudo se viven en la época escolar (Gutiérrez & Expósito, 2015). 

Desde este punto de vista, la incorporación de factores emocionales en las prácticas educativas y en los procesos de enseñanza-aprendizaje se convierte en uno de los principales desafíos que deben asumir los docentes en el aula, dado que puede incidir en el éxito académico de los estudiantes (Extremera et al., 2019). De ahí que en el contexto de educación con adolescentes se destaque el hecho de que un mayor desarrollo socioemocional contribuirá en gran medida a lograr los objetivos propuestos en los contenidos curriculares (Fernández-Berrocal & Ruiz, 2008).

Al abordar la inteligencia emocional desde el escenario educativo, múltiples procesos tienen lugar en el aula y forman parte de las prácticas docentes (Benavidez & Flores, 2019), entre ellos los aspectos relacionados con la labor organizativa, como la estructuración de contenidos, la planificación de calendario, y los ajustes al Proyecto Educativo Institucional (PEI), debido a que de alguna manera condicionan la práctica que el docente desarrolla en el aula (García et al., 2008). Planificar asertivamente el proceso educativo contribuye a crear un escenario favorable al aprendizaje (Jiménez & López-Zafra, 2009), al establecimiento de relaciones interpersonales armoniosas y a la construcción de espacios seguros para que los estudiantes se sientan dispuestos a aprender más y evitar cualquier situación conflictiva que atente contra el buen ambiente en el aula (Costa-Rodríguez et al., 2021). 

De igual manera, en el escenario educativo es importante identificar la incidencia de la inteligencia emocional en el comportamiento de los adolescentes a través de su relación con las siguientes variables: relaciones interpersonales, bienestar psicológico y rendimiento académico (Fernández-Berrocal & Ruiz, 2008). Por lo tanto, una de las mejores formas de educar adolescentes mentalmente sanos, íntegros y satisfechos es a través de una educación que refuerce los aspectos de la inteligencia emocional (Extremera & Fernández-Berrocal, 2013).  En el escenario que plantea una educación basada en inteligencia emocional, se debe tener en cuenta que las emociones motivan y repercuten en la formación académica, ya que, según esta lógica, si los estudiantes se encuentran impulsados por alguna meta, aprenderán mejor y aún más cuando se trata de adolescentes (Domínguez-Alonso et al., 2016). Además, al promover una adecuada gestión y resolución de conflictos, estas competencias ayudan a superar las dificultades relacionadas con la agresión, la deserción y las ideaciones de frustración o ansiedad, que afectan tanto las relaciones entre pares como las relaciones con el docente (Rubio & Caballero, 2018).

En la cotidianidad de los contextos escolares se observan situaciones preocupantes asociadas a las problemáticas que afectan a los adolescentes, como el estrés, la ansiedad y la depresión, factores determinantes del rendimiento académico y que condicionan el comportamiento (Echeburúa, 2012). En este sentido, Moscoso y otros (2021) se refieren a otras problemáticas identificadas en el entorno estudiantil que se relacionan con inestabilidades emocionales, baja autoestima y falta de interés por el desarrollo de las tareas escolares, entre otras que se convierten en un reto para los educadores. Por otra parte, dentro de los aspectos que tienen que ver con la inteligencia emocional en el campo educativo también se encuentra la empatía, por medio de la cual los estudiantes pueden percibir y comprender las vivencias ajenas, lo cual es clave para prevenir la exclusión y la violencia (Sánchez, 2021); los estudiantes, y más si son adolescentes, con buen manejo emocional son menos propensos a padecer los efectos del estrés (Extremera y Fernández-Berrocal, 2013). 



2. Rendimiento académico



Hablar de rendimiento académico en el contexto escolar supone que este concepto está relacionado con las competencias intelectuales de los estudiantes y se evalúa a través de indicadores (Tufiño Guaicha & Cayambe Gordillo, 2023) que miden la capacidad de asimilación del conocimiento y se reflejan en las calificaciones obtenidas. Si bien no se pone en duda su importancia para el cumplimiento de los planes curriculares, en muchas prácticas educativas predomina una perspectiva tradicional que se enfoca, en especial, en la dimensión cognitiva para lograr resultados académicos sobresalientes y descuida otras formas de inteligencia, como la emocional (Tobón et al., 2018). 

Sin embargo, en los últimos años se está produciendo un cambio de concepción con respecto a este pensamiento y se destaca la importancia de mantener un equilibrio emocional para alcanzar un mejor rendimiento académico y el hecho de ser consciente de las capacidades individuales de cada persona para potenciar su desempeño académico (Ferragut & Fierro, 2012). Además, se toman en consideración aquellos factores que pueden incidir en el rendimiento académico, que van más allá de las competencias y tienen que ver con elementos familiares, sociales y motivacionales (Navarro, 2003). 

En este sentido, se necesita una concepción más amplia acerca de lo que implica el rendimiento académico, al considerar factores como la motivación, que es importante para la consecución de las metas que permiten obtener el reconocimiento o la recompensa de los demás (Lamas, 2008). Del mismo modo, para lograr los objetivos académicos y mantenerse enfocados en ese propósito, los estudiantes necesitan ser persistentes y contar con una autorregulación eficiente (Durán-Aponte & Arias-Gómez, 2015), ya que, además de ser exitosos en el sistema educativo, se necesita ser participativo, colaborativo y responsable (Sarramona & Rodríguez, 2010). 



3. Prácticas educativas



En los últimos años, las prácticas pedagógicas o educativas han adquirido una connotación social que implica una formación que integra elementos del contexto en el cual se están educando los estudiantes y que aporten al proyecto educativo planteado por la institución educativa (Tobón et al., 2018). En consecuencia, es importante reconocer la importancia que tienen las prácticas pedagógicas para lograr que los contenidos y los indicadores se puedan desarrollar. Lo anterior se puede contextualizar teniendo en cuenta que, según el Ministerio de Educación Nacional (2018), esto constituye un proceso de autorreflexión de parte del docente y del estudiante, cuando se concibe desde un espacio de conceptualización, investigación y experimentación.

Por lo tanto, es fundamental tener en cuenta que la reflexión del trabajo docente en el aula se produzca como resultado de la creatividad para mejorar el aprendizaje (Cruz & López, 2014). Esta reflexión se convierte en una herramienta que puede estar basada en estrategias, instrumentos y acciones, cuyo objetivo es desarrollar en los estudiantes una serie de competencias que pueden ser de tipo cognitivo, comunicativo, emocional o integral (Zambrano, 2018).  El objetivo de la presente revisión es analizar la relación entre la inteligencia emocional y el rendimiento académico en adolescentes, considerando la sinergia que se establece entre ambos aspectos y su efecto en las prácticas pedagógicas. En consecuencia, se busca comprender cómo los métodos de enseñanza y la capacidad de crear estrategias y actividades por parte de los docentes influyen en el aprendizaje de los estudiantes adolescentes (Tobón et al., 2018). 



4. Metodología



En este estudio se adoptó un enfoque cualitativo y se empleó la técnica de revisión documental como estrategia de recopilación de datos. Se realizó una exhaustiva búsqueda de artículos y documentos científicos en diversas bases de datos académicas, como Scielo, Dialnet, Google Académico y Redalyc. La muestra final estuvo compuesta por 50 artículos seleccionados de acuerdo con criterios de relevancia y pertinencia. Para llevar a cabo la búsqueda se identificaron palabras clave relacionadas con el tema de estudio, tales como «inteligencia emocional en adolescentes», «desempeño académico», «práctica educativa con adolescentes», y «prácticas pedagógicas».

Para la clasificación de los artículos se aplicaron criterios de selección que consideraron la fecha de publicación, la metodología, el enfoque, la relevancia y precisión en relación con la temática de investigación, así como el acceso abierto o disponibilidad. En este sentido, la búsqueda se limitó a artículos publicados entre 2018 y 2023 para garantizar su actualidad. De los 50 artículos seleccionados, 7 estaban en inglés y 43 en español. Los criterios de exclusión se basaron en el tipo de estudio, el año de publicación y la pertinencia de la temática abordada.

Las palabras clave se emplearon como herramientas de filtrado y selección, lo cual permitió la identificación de información relevante y confiable que respalda la investigación. Para maximizar la exhaustividad de la búsqueda se utilizaron operadores booleanos como AND y OR, para combinar las palabras clave en diversas configuraciones, tales como «inteligencia emocional» AND «práctica educativa», «desempeño académico» OR «rendimiento académico» AND «inteligencia emocional», y «práctica educativa» OR «práctica pedagógica». Se abordó una amplia gama de aspectos para analizar la relación entre inteligencia emocional y rendimiento, al establecer un marco para orientar la práctica docente hacia el desarrollo emocional en adolescentes y se consideraron las diferencias de género. En este contexto, se procedió a analizar los artículos seleccionados siguiendo un formato de tabla (Tabla 1).


Tabla 1  Sistematización y resumen de resultados sobre la relación entre inteligencia emocional y desempeño académico

N.o

Autor(es)/año

Hallazgos en la relación inteligencia emocional-desarrollo académico

Conclusiones

Número asignado a cada artículo 

Apellido(s), nombre(s), año de publicación 

Síntesis de los aspectos o hallazgos más relevantes encontrados en el estudio que aportan a la investigación

Resumen e interpretación de los resultados con respecto a (los) objetivo(s) de la investigación 


La tabla presenta la organización de la relación entre la inteligencia emocional y el desempeño académico, así como la obtención de conclusiones relevantes para los objetivos de la investigación.



5. Resultados



A continuación se presentan los resultados desde dos categorías desarrolladas en el presente estudio: inteligencia emocional y desempeño académico. La inteligencia emocional en adolescentes está relacionada con la capacidad de gestionar su relación consigo mismo y con el entorno (Sánchez et al., 2021); el desempeño académico, según Bimayu y otros (2020), corresponde a todas aquellas habilidades adquiridas durante los procesos de formación, que proporcionan el conocimiento necesario para superar satisfactoriamente todas las actividades escolares. Dentro de la relación entre la inteligencia emocional y el desempeño académico se identificaron una serie de factores clave con sus respectivos conceptos, a la luz de los cuales se ha construido el análisis que se presenta en la Tabla 2. 


Tabla 2. Conceptos claves de la relación entre inteligencia emocional y rendimiento académico

Concepto

Factor

Definición

Inteligencia emocional 

Adaptación

Está relacionada con un proceso que implica que el individuo debe acomodarse y lograr encajar de acuerdo con sus características individuales y de acuerdo con las exigencias del ambiente en el que se desenvuelve (Aragón & Bosques, 2012).

Manejo del estrés

Capacidad para controlar sentimientos o pensamientos debido a situaciones de alta tensión que exceden las competencias de los estudiantes (Maturana & Vargas, 2015).  

Relaciones interpersonales e intrapersonales

Competencia para entenderse y establecer comunicación con las demás personas; también para ser consciente y regularizar las emociones propias (Espinosa, 2023). 

Autoconcepto o conciencia emocional

Es el conocimiento de sí mismo, así como el autorreconocimiento de la ética propia (Gutiérrez & Expósito, 2015).

Empatía

Capacidad de entender al otro y ponerse en su lugar (Quintana et al., 2013).

Desempeño académico

Orientación al logro 

Coordinación de estrategias y capacidades para la consecución de objetivos o metas (Durán-Aponte & Arias-Gómez, 2015).

Motivación 

Actitud positiva que asume el estudiante con respecto a su proceso de aprendizaje que lo impulsa a cumplir con sus tareas (Carrillo et al., 2009).

Aprovechamiento de recursos

Capacidad para aprovechar eficazmente los recursos y materiales que apoyen la adquisición del conocimiento (MEN, 2021).

Participación y compromiso

Toma de conciencia de sus responsabilidades como estudiante y de los deberes que tiene frente a la institución, los docentes, sus padres y el proyecto educativo (Sarramona & Rodríguez, 2010).


Fuente. Elaboración propia. 


Las variables seleccionadas como representantes de los conceptos de inteligencia emocional y desempeño académico se basan en la definición y caracterización de los factores asociados a cada uno de estos. Por ejemplo, para la inteligencia emocional se consideran aspectos como adaptación, manejo del estrés, relaciones interpersonales e intrapersonales, autoconcepto o conciencia emocional, y empatía. Estas dimensiones son fundamentales en la comprensión y evaluación de la inteligencia emocional según diversas fuentes (Aragón & Bosques, 2012; Espinosa, 2023; Gutiérrez & Expósito, 2015; Maturana & Vargas, 2015; Quintana et al., 2013). Para el desempeño académico se han seleccionado variables como orientación al logro, motivación, aprovechamiento de recursos y participación y compromiso. Estas variables se derivan de la coordinación de estrategias para alcanzar metas académicas, la actitud positiva hacia el proceso de aprendizaje, la eficaz utilización de recursos para adquirir conocimientos, y la toma de conciencia de responsabilidades estudiantiles (Durán-Aponte & Arias-Gómez, 2015; Carrillo et al., 2009; MEN, 2021; Sarramona & Rodríguez, 2010).

El primer factor clave para entender la relación entre la inteligencia emocional y el rendimiento académico tiene que ver con la capacidad de adaptación, tan importante en los contextos educativos actuales. Sobre este punto, Astudillo-Calderón y otros (2020) afirman que el desarrollo de la habilidad para adaptarse a los contextos escolares es importante para mantener una focalización en las metas propuestas en el plan de estudio, lo que paralelamente podría tener repercusiones positivas en el rendimiento académico de los estudiantes. Lo anterior concuerda con Fontanillas-Moneo y otros (2022), que hallaron en su estudio que la adaptabilidad tiene una relación positiva con el componente interpersonal, el cual es característico de los estudiantes con calificaciones importantes. 

Castro y Cortés (2023) resaltan que la adaptabilidad no solo está influida por la inteligencia emocional, sino también por factores comportamentales y cognitivos. Esta interacción positiva se refleja en los resultados académicos y enfatiza la importancia de un enfoque integral para comprender y fomentar la adaptabilidad en los estudiantes. Wang y otros (2018) respaldan estos hallazgos al sugerir que la capacidad de adaptación de un estudiante no solo afecta su éxito académico, sino que también está intrínsecamente vinculada al compañerismo y al apoyo mutuo. Marí (2020) argumenta que en un entorno escolar con problemas de convivencia o necesidades particulares es posible superar las conductas desadaptativas mediante el fortalecimiento de la inteligencia emocional, siempre y cuando se adopten las estrategias adecuadas. Lazo y otros (2021) sugieren que los estudiantes con un rendimiento académico bajo pueden presentar una mayor adaptabilidad al proceso educativo, no necesariamente porque se implementen acciones para que se adapten, sino porque el propio ambiente escolar despierta en ellos una conformidad que los lleva a aceptar esa realidad. En este contexto, el papel del docente es crucial, ya que debe utilizar estrategias de aprendizaje adaptadas a la realidad de sus alumnos, teniendo en cuenta los estilos y ritmos de aprendizaje, con el objetivo de superar las dificultades académicas en áreas o asignaturas específicas.

En relación con el manejo del estrés, Blanco y otros (2021) resaltan que la integración de programas de bienestar emocional para los estudiantes facilita una mejor regulación de comportamientos asociados al estrés o la ansiedad. Broc (2019) vincula el estrés con el rendimiento académico, e identifica efectos negativos causados por la carga de tareas escolares; coincide con los resultados de Lazo y otros (2021), que encuentran que un manejo deficiente de los plazos de entrega puede afectar negativamente el rendimiento académico. En el ámbito de las dinámicas interpersonales, Sanmartín y Tapia (2023) destacan que los estudiantes con mejor desempeño académico presentan una mayor regulación del estrés y tienden a evitar pensamientos negativos. La investigación de Puertas-Molero y otros (2020) respalda la idea de que las relaciones sólidas entre compañeros benefician el desempeño académico. La complejidad de las interacciones entre la inteligencia emocional, el estrés académico y el rendimiento académico se ve destacada por Naushad (2022), quien sugiere la influencia del entorno familiar en estas variables.

En cuanto al autoconcepto y la conciencia emocional, Medina (2020) reconoce su incidencia en la relación entre inteligencia emocional y rendimiento académico. Valencia y Martínez (2023) aportan que la autoconciencia permite a los alumnos concentrarse en las tareas presentes, lo que facilita el logro de los aprendizajes requeridos. Según Peña-Casares y Aguaded-Ramírez (2019), el papel de la empatía es crucial, ya que contribuye a mejorar la convivencia y solidaridad entre estudiantes. Sidera y otros (2019) destacan su importancia en el control de la agresividad y abogan por procesos reflexivos que fomenten la empatía como medida preventiva de conflictos, con propuestas prácticas de intervención de Carbonell-Bernal y otros (2019). La falta de empatía, según Valencia y Vera (2021), puede dificultar la expresión libre de emociones por parte de los estudiantes, y Sanmartín y Tapia (2023) subrayan la necesidad de promover la empatía como componente esencial de la inteligencia emocional, para influir en las políticas educativas. La orientación al logro destaca la influencia crucial de la familia en la regulación emocional y en la motivación para alcanzar metas académicas, según Antonio-Aguirre y otros (2019).

Por otro lado, Millones (2019) señala que los hábitos de estudio de los estudiantes también son elementos relevantes para que se mantengan concentrados en sus metas educativas, lo que involucra aspectos externos como una cultura familiar que valore la importancia del estudio constante. Usán y Salavera (2018) establecen una conexión entre estos aspectos, tanto intrínsecos como extrínsecos, en una relación positiva entre inteligencia emocional y rendimiento académico. Esta relación permite que los alumnos mantengan una motivación inherente para superar los desafíos escolares, lo que evidencia la interdependencia entre factores emocionales, familiares y hábitos de estudio en el contexto educativo. 

En este contexto, la motivación se destaca como un factor clave de la relación entre inteligencia emocional y rendimiento académico. Trigueros y otros (2019) señalan que la motivación refleja emociones positivas en los estudiantes y está intrínsecamente ligada a la capacidad de afrontamiento en adolescentes. Bimayu y otros (2020) respaldan esta idea al afirmar que una alta motivación puede generar logros significativos en el aprendizaje. Torres y Pérez (2019) sugieren la implementación de programas de fortalecimiento motivacional para el desarrollo socioemocional en instituciones educativas. Huertas y otros (2019) destacan el papel crucial del docente o asesor pedagógico para mejorar el clima motivacional en el aula mediante enfoques colaborativos. Además, Vásquez y otros (2022) consideran que la inteligencia emocional es la vía para desarrollar habilidades esenciales en el contexto escolar, como la motivación. En una perspectiva opuesta, Valencia y Martínez (2023) indican que las experiencias óptimas y la motivación no son factores determinantes del rendimiento académico.

Por otro lado, Puertas-Molero y otros (2020) puntualizan que el sistema educativo tiene la responsabilidad de proporcionar recursos a los docentes para abordar los conflictos en el aula mediante enfoques basados en la inteligencia emocional, como es el caso del programa LVEP.[1] Este enfoque refleja la importancia de la integración de recursos emocionales dentro del ámbito educativo para mejorar la gestión de conflictos y promover un entorno propicio al desarrollo académico y emocional de los estudiantes. Moreno y otros (2023) abordan la importancia de los programas de intervención que buscan mejorar el bienestar, el clima emocional y el rendimiento académico en todos los niveles escolares, y contribuyen así al desarrollo integral de los estudiantes. En un contexto marcado por la pandemia, Lupaca y otros (2022) destacan el papel esencial de la educación virtual para combatir la deserción y el desánimo, ya que permite enfrentar un escenario desconocido. Sin embargo, Hernández (2020) señala que esta situación generó sentimientos negativos, como miedo, ansiedad e incertidumbre, entre otros.

En este mismo contexto se consideran la participación y el compromiso como factores relevantes para que los estudiantes asuman con responsabilidad su formación. Estrada y otros (2021) sostienen que el compromiso con la autogestión emocional influye de manera positiva en la formación de ciudadanos socialmente saludables. Tortosa y otros (2023) destacan la relevancia del compromiso académico e instan a adoptar estrategias para aumentarlo, respaldado por la influencia de la inteligencia emocional. La falta de compromiso, según Begoña y otros (2023), puede ser indicativa de problemas de salud física y mental, con una propensión al acoso entre compañeros. Esto destaca la importancia de la participación y el compromiso en el aula para crear un entorno de aprendizaje dinámico y enriquecedor.

Asimismo, se ha observado en la revisión documental que varios estudios, como los de Alzina y López-Cassá (2021), Pulido y Herrera (2018), Usán y otros (2020), Aznar y otros (2019), Anzelin y otros (2020), Valenzuela-Santoyo y Portillo-Peñuelas (2018), López y López (2018), confirman la existencia de una correlación positiva entre el manejo adecuado de las emociones y los logros académicos, aunque condicionada por aspectos contextuales específicos. Sin embargo, hay posturas divergentes. En algunas investigaciones, como las de Sánchez y otros (2020) y Peña-Casares y Aguaded-Ramírez (2019), no se respalda una relación positiva entre la inteligencia emocional y el rendimiento académico debido a la falta de evidencia contundente. En contraste, Cebollero (2021) y García y otros (2020) destacan la incidencia de la inteligencia emocional en la mejora de comportamientos en el aula, lo que influye simultáneamente en la actitud de los docentes (Olivares, 2019). Estas divergencias resaltan la complejidad y la variedad de perspectivas en torno a la relación entre inteligencia emocional y rendimiento académico.



5. Discusión



La literatura revisada permite evidenciar varios hallazgos y perspectivas que analizan la intersección entre la inteligencia emocional y el rendimiento académico en el ámbito educativo. En el análisis de esta relación se destaca la importancia de la adaptación de los estudiantes en el entorno educativo, influida por su habilidad para gestionar las emociones.
 La gestión del estrés y la ansiedad, tanto para estudiantes como para docentes, se propone como un factor crucial para mejorar el rendimiento académico y reducir los niveles de tensión en el aula. Algunas herramientas como programas socioemocionales son efectivas para fortalecer la inteligencia emocional y mejorar el bienestar comportamental y el rendimiento académico (Blanco et al., 2021; Fontanillas-Moneo et al., 2022).

En este contexto, la construcción de relaciones interpersonales sólidas y el manejo efectivo del estrés son elementos cruciales, como señalan Sanmartín y Tapia (2019) y Sidera y otros (2019). La habilidad para desarrollar empatía y adaptabilidad se revela fundamental para prevenir conflictos y mejorar la convivencia escolar. La innovación y creatividad de las prácticas educativas, que consideran la influencia de las emociones en el aprendizaje, son esenciales para construir un ambiente educativo que promueva no solo el conocimiento académico, sino también el bienestar emocional de los estudiantes (López Luis & López Cortez, 2018).

Los resultados de diversos estudios respaldan la relación positiva entre la inteligencia emocional y el rendimiento académico, aunque factores como preferencias de idioma y diferencias de género pueden influir en esta conexión. La formación de docentes en inteligencia emocional, destacada por autores como Puertas-Molero y otros (2018), se presenta como una estrategia fundamental para mejorar la calidad educativa, transformar las prácticas de enseñanza y contribuir al correcto desempeño laboral. Además, la intervención temprana en el desarrollo de habilidades socioemocionales, en especial en aspectos como empatía y resolución de conflictos, se propone como crucial para construir bases sólidas que incidan positivamente en el rendimiento académico.

Asimismo, factores como autoconcepto y empatía están vinculados a la capacidad del estudiante para reconocerse a sí mismo y comprender las emociones de los demás (Gutiérrez & Expósito, 2015; Quintana et al., 2013). Este proceso contribuye a la construcción formativa y de convivencia y es esencial para impulsar el autocontrol (Sidera et al., 2019), fomentar el respeto (Puertas-Molero et al., 2020), desarrollar habilidades para la toma de decisiones (Valencia & Vera, 2021), y promover el apoyo social (Medina, 2020). En el ámbito del rendimiento académico, la motivación y el compromiso adquieren relevancia. Sanmartín y Tapia (2023) argumentan que estas habilidades ayudan a los estudiantes a mantenerse enfocados en sus metas académicas, mientras que Tortosa y otros (2023) sugieren que forman parte de un constructo mediante el cual los alumnos desarrollan su resiliencia. Dada la naturaleza participativa de todos los actores del sistema educativo, es necesario incluir programas, estrategias o proyectos para reforzar estos aspectos (Begoña et al., 2023).

Begoña y otros (2023) también resaltan la influencia positiva de la resiliencia en el compromiso académico, y sugieren la implementación de programas de intervención en inteligencia emocional. Domínguez y otros (2022) revelan diferencias significativas de los niveles de inteligencia emocional según género, edad y contexto familiar, y destacan la importancia de tener estrategias para su integración en los centros educativos. Estrada y otros (2021) emplean análisis de ecuaciones estructurales para confirmar la relación positiva entre la inteligencia emocional, la compasión y el rendimiento académico, y vinculan la inclusión de la compasión como variable mediadora. Torres y Pérez (2019) evidencian mejoras del aprendizaje de matemáticas mediante un programa de enriquecimiento socioemocional, y proponen la inteligencia emocional como facilitadora del rendimiento académico.

En la revisión realizada se destaca la importancia de la inteligencia emocional en la experiencia educativa de los estudiantes de secundaria. La resiliencia, la compasión y la mejora del aprendizaje son aspectos clave que se resaltan, así como la necesidad de programas educativos que integren el desarrollo de habilidades emocionales para promover el éxito académico y el bienestar integral de los estudiantes. La revisión documental evidencia una relación entre la inteligencia emocional y el rendimiento académico, respaldada por estudios como los de Lupaca y otros (2022), Antonio-Aguirre y otros (2019), Aznar y otros (2019), Pulido y Herrera (2018) y Usán y otros (2020). 

Dada la complejidad de la interacción entre factores emocionales y logros académicos, se destaca la necesidad de innovación y creatividad por parte de los docentes en sus prácticas educativas (Cruz & López, 2014). La literatura científica revisada sugiere que la relación entre inteligencia emocional y rendimiento académico está determinada por diversas influencias. Sin embargo, estrategias como programas socioemocionales en el proceso educativo y la formación continua de docentes en inteligencia emocional, respaldadas por autores como Gajardo y Tilleria (2019) y Puertas-Molero y otros (2020), son elementos clave para mejorar esta conexión y fomentar un entorno educativo que atienda tanto al desarrollo cognitivo como al emocional de los estudiantes. 



6. Conclusiones



La promoción y adopción de un ambiente emocional positivo en el aula no solo puede facilitar el aprendizaje y el rendimiento académico de los estudiantes, sino que también es importante que los docentes hagan uso de estrategias que faciliten la conexión con las emociones y el respeto mutuo entre el educador y los alumnos, para que se fomente el trabajo en equipo y se haga uso responsable de los recursos disponibles para fortalecer el proceso de enseñanza-aprendizaje. 

Integrar los elementos que plantea la educación emocional en el currículo adquiere un rol determinante para ayudar a los estudiantes a desarrollar habilidades emocionales que pueden ser relevantes no solo en su rendimiento académico, sino también en su bienestar personal. Esto implica guiar a los estudiantes en el proceso de reconocer y comprender sus emociones que les permita transversalmente construir mejores relaciones interpersonales, ser más empáticos, compasivos y más comprometidos con su propia formación académica. 

El apoyo socioemocional proveniente del entorno cercano al estudiante, como la familia, los amigos y los docentes, incide en la atención de las necesidades emocionales de los estudiantes. Esto puede tener un efecto positivo en la motivación, autoconfianza, y fomento de la autoestima, indispensables para el logro de los retos y desafíos de la formación académica. Esto también implica que los jóvenes hagan un uso responsable de las redes sociales y de la información que se comparte a través de los dispositivos tecnológicos. 

La incorporación de las habilidades emocionales en el aprendizaje a través de una gestión en el aula, por medio de actividades y tareas con el fin de mejorar la comprensión y retención de los elementos emocionales que incluyan ejercicios de reflexión, meditación y comunicación. Esto se podría lograr por medio de estrategias empleadas por el docente como escenarios de discusión en los que todos los estudiantes hagan su respectivo aporte y la resolución de problemas, desde una perspectiva emocional; los resultados deben permitir hacer una evaluación que aporte a la evidencia en los resultados del rendimiento académico. 



7. Referencias bibliográficas



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Contribución de autores

Conceptualización: C.A., S.J.; metodología: C.A., S.J.; investigación: C.A.; escritura (borrador original): C.A.; escritura (revisión y edición): S.J.


[1] Siglas del Living Values Educational Program (LVEP), programa que puede ser utilizado para mejorar el comportamiento de los estudiantes en el aula y hacer decrecer los niveles de violencia y el bullying